Calidoscopio literario. Calidoscopio de emociones.

Escuchar. Aprender a ver. Encontrar una voz. Escribir.


"Aprender graba en nosotros los recuerdos. En la niñez, el aprendizaje lo conforman los momentos: no se trata de algo continuado, sino que late con un impulso propio." (p. 29)


Me desvío del camino. Veo algo circular. Me acerco. Un pasadizo. Al fondo, brillantes colores forman figuras diferentes cada vez. Me adentro. Lo recorro. Leer La palabra heredada ha sido ese asomarse y recorrer un maravilloso pasadizo, inundado de luz, con figuras que forman lecturas, títulos, momentos, amor por los libros y la escritura.

La palabra heredada recoge tres conferencias que Eudora Welty pronuncia, en abril de 1983,  en la Universidad de Harvard. Conferencias que giran en torno a una infancia inmersa en lecturas y viajes, a través de las que reflexiona acerca de cómo los diferentes miembros de su familia -con especial atención a las  figuras paterna y materna- han influido en su vida, en su forma de ser, de ver el mundo, y también en su escritura. De su padre heredó la capacidad  "para entender de manera intensa, y casi en primer lugar, todo lo relacionado con la cronología." De su madre "...una intensa sensibilidad meteorológica." Los libros son una parte fundamental e indisoluble de su infancia –a los cinco años ya sabía leer-. Se adentró en la biblioteca familiar "a medida que alcanzaba a cogerla, estante por estante, de abajo a arriba." Su padre y su madre eran grandes lectores: "A mi padre y a mi madre debo mi temprano conocimiento del muy querido Mark Twain."

"Recibí como regalo, desde que alcanzo a recordar, libros de toda especie; libros que aparecían en mi cumpleaños y por Navidad." (p. 26)

La idea de un atril en casa, con un diccionario abierto, de forma permanente, me ha parecido fascinante.

"...contábamos con las mesas de las enciclopedias y el atril en que descansaba el diccionario, junto a las ventanas del comedor"

Una infancia que, todo hay que decirlo, transcurre-o es visualizada por la autora- en una especie de burbuja exenta de implicaciones históricas. Y quizás esa sea la crítica que puede hacérsele a esta lectura. Transcurre en el pasadizo, un lugar alternativo a la realidad, un lugar llamado literatura.

"Desde la primera vez  que me leyeron, y desde que empecé a leer por mí misma, jamás ha existido un solo renglón que no haya oído. A medida que recorría la frase con los ojos, una voz me la susurraba en silencio." (p. 32)

Con seis o siete años, un soplo en el corazón le apartó de la escuela, obligándola a permanecer varios meses en cama. "Sentía nostalgia de la escuela; mi madre, aún así, se las arregló para sacar tiempo para enseñarme aritmética y comprobar mis progresos en ortografía." La enfermedad sobrevenida en la infancia, como circunstancia que acerca o ahonda en las lecturas, es un hecho presente en la vida de algunos escritores y escritoras.

Otras personas también influyeron en ella. Su abuelo materno Ned, por ejemplo, una persona que ella describe, desde la infancia, como muy interesante, con fama de buen orador. “Estudió en el Trinity College (y después en la Universidad de Duke), y allí organizó una tertulia literaria. Trabajó como fotógrafo y periodista en Norfolk, Virginia, y luego en Virginia Occidental, en donde se marchó en busca de aventuras. Allí se convirtió en abogado.” Posteriormente, con los años, se fue dando cuenta de otros aspectos suyos, ciertos “defectos humanos, imperdonables en los demás” que la madre “contemplaba en él con indulgencia y ternura”, como por ejemplo su afición a la bebida.
Se entremezcla en estos relatos la estupenda relación con su hermano, a quien señala como su ‘alma gemela’, con quien comparte complicidades y su amor por la lectura.

Leyendo La palabra heredada te das cuenta de que la obra de Eudora Welty bebe de su infancia. No sólo por las lecturas y los viajes, también por determinados personajes que dejaron huella en ella como, por ejemplo, las docentes. Las dos docentes que recuerda en esta novela, Miss Duling y Mrs.McWillie,  son auténticos personajes de novela -de terror, diría-, a los que ella supo darles una deriva literaria. En este sentido, Eudora nos comenta: "...miss Duling, bajo algún disfraz ficticio, se ha colado en una parte considerable de mi obra, en mayor medida en ocasiones de lo que yo hubiera pensado jamás. Su figura emerge en casi todos mis personajes consagrados a la enseñanza, que no son pocos." (Pág.52). Son profesoras, y no profesores, claro está, una profesión feminizada ya entonces (la madre, la vecina de la madre…).  Y, también en su obra, es recurrente el tema de los cortejos: "Ante una cabalgata me embarga cierta sensación tramposa: por la anécdota de aquel niño enfermo ante el que modificaron el recorrido del circo debido a su enfermedad, y luego el niño murió y los niños y  niñas sintieron como un engaño ante la envidia que sintieron.”

Eudora Welty también nos descubre vivencias sexistas como, por ejemplo, la obligación de las niñas de cuidar de los bebés, aunque no fueran más que eso: niñas, o los juguetes que se asignaban a uno u otro sexo.

"Desde las primeras Navidades. Santa Claus nos obsequiaba con juguetes que sirvieran para educar a los niños y a las niñas (por separado) en la construcción de objetos" 

Literatura y viajes se entremezclaban formando una amalgama de relatos imaginarios. "Los viajes constituían un todo en sí mismos: eran auténticos relatos. No sólo por su carácter formal, sino por el modo en que emprendían determinada dirección predeterminada. " Vivía los viajes como un aprendizaje, "...con el paso del tiempo pude volver sobre ellos y comprobar cómo iba recibiendo las novedades, los descubrimientos, las premoniciones, las promesas; todavía me es posible comprobarlo, pues todavía me llegan cosas de aquellos viajes." (p. 126)

Eudora Welty comenzó su carrera artística como fotógrafa, retratando el Estado de Mississippi, en La Gran Depresión. A través de esta afición recorrió, pueblo a pueblo, dicho territorio, conociendo a sus gentes y sus costumbres. Cuando comenzó a escribir relatos, era consciente de que "es imprescindible lograr cierta distancia, requisito previo en mi entendimiento del acontecer humano, para poder trabajar. Fue de ese modo, como si se tratara de un paso lógico [...] como di en hacer fotos con una cámara." Esto influyó, sin duda alguna, en su obra literaria, donde aplicó esa mirada fotográfica.
Encontramos en esta lectura, pues, muchas de las claves necesarias para entender la escritura, los personajes y algunos elementos de sus obras. Complementa la lectura la miscelánea fotográfica, pieza importante en la composición del puzle de toda biografía.

"Los acontecimientos felices de nuestras vidas se suceden en una especia de secuencia temporal, pero en lo que atañe a su significación se impone un orden propio: un orden no necesariamente cronológico. Incluso puede que probablemente no lo sea. El tiempo, tal como lo conocemos, halla a menudo su esencia en la cronología que teje los relatos y las novelas: el tiempo obedece al hilo continuo de la revelación." (p. 126)

Eudora Welty escribe La palabra heredada a los 75 años. Toma su calidoscopio, con nostalgia y fascinación a la vez, acerca el ojo y lo hace circular: emociones, personajes, viajes, lecturas que van componiendo figuras de colores, todas amadas por ella.

“Crecer constituye una lucha, envejecer supone desprenderse de algo después de haberlo poseído.” (p. 114)


Isabel Rojas Hernández.



  • Eudora Welty (Jackson, Mississippi, 1909-2001)
Fuente. 
Eudora Welty no sólo fue una de las más grandes escritoras del sur de Estados Unidos, también fue una consumada fotógrafa. Capturó la vida en Misissippi y Louisiana durante la Gran Depresión. Aunque es reconocida especialmente en su faceta literaria.

"Fue la primer escritora que vio publicada en vida su obra en la prestigiosa Library of America. Estudió en la Universidad para Mujeres de Mississippi. Continuó sus estudios lejos del Sur, en la Universidad de Wisconsin-Madison, y luego en la Universidad de Columbia."

"En 1936 apareció su primer relato Death of a Traveling Salesman, que llamó la atención de Katherine Anne Porter, quien se convirtió en su mentora."

"El primer libro de relatos de Welty fue Una cortina de follaje (1941)."

A su pluma se deben auténticos clásicos de la moderna literatura americana como Boda en el Delta (1946), El corazón de los Ponder (1954), Las batallas perdidas (1970) o La hija del optimista, que en 1973 la hizo merecedora del Pulitzer.

Reconocida maestra del arte del relato. Sus cuentos aparecieron en revistas como The New Yorker, The Southern Review, Atlantic Monthly o Harper's Bazaar.  

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