La maestra Annuzza, de Elvira Mancuso

Annuzza se decidió con fiereza a pasar por encima de aquel corazón a ella devoto -a costa de aplastarlo bajo sus pies- con tal de recuperar su propia libertad.  (p. 197)

La maestra Annuzza, título que se me antoja ahora, una vez terminada su lectura, irónico, es la única novela de Elvira Mancuso, quien también ejerció de maestra. 
La protagonista, Annuzza, aspirante a estudiar y ejercer el magisterio, vivía en un entorno de pobreza en el que sentía diluir sus aspiraciones. Bajo esa asfixia, asumió, en un principio, un pago que, luego, se le figuró demasiado alto. 

Ella sabía muy bien cómo la amaba Pascuale, y comprendía asimismo, hasta cierto punto, la rareza de un amor semejante, sobre todo en su entono; pero pensó que, al fin y al cabo, aquéllas no eran razones suficientes para que ella se envileciera de manera irreparable, en cuerpo y alma, ante sus propios ojos y ante los de cualquier persona como es debido.(p. 197)

Todo lo que Annuzza conseguía era por mérito propio, incluso las envidias. Vivía con la desesperación de quien conoce el propio talento y que, por cómo está estructurada la sociedad (el tanto tienes-tanto vales), ha de dejar que se evapore como se evapora un charco de agua en un día radiante de sol. O derramar ese talento como agua potable a cualquier alcantarilla, sin que calme ninguna sed, sin que fecunde nada. ¿Por qué no habría ella de intentar conseguir su meta?  

Pascuale, un rentero bonachón, generoso y bruto a partes iguales, enamorado hasta las trancas de lo que no fue más que una fantasía, intuye, en su fuero interno, que no es correspondido, pero permanece absorto en su ignorancia  y  en su enamoramiento. Para cuando atisba una cierta claridad, la nebulosa de la posesión le resta el poco juicio que le quedaba viendo su vida trastornada cuando Annuzza hace acopio de fuerzas y decide cortar por lo sano una relación del todo platónica que, además, le ha supuesto una reputación inmerecida. Ella, mujer y pobre, atrapada en la doble discriminación. 

¿Es Annuzza una manipuladora? ¿Acaso la riqueza no envilece? ¿Acaso no tenemos el deber de manipular -en el mejor sentido de la palabra- el destino para alcanzar los sueños? A fin de cuentas, Pascuale, siguiendo las recomendaciones del párroco, accede a lo mismo: casarse con la prima sólo por conveniencia. ¿Su conveniencia es acaso más justificada?

¿Y qué me dicen de ese personaje que pasa por la novela sin pena ni gloria: la hermana del párroco?

Encontró al cura cuando había terminado de cenar con su vieja hermana, una pía y simple campesina, la cual, viuda desde hacía muchos años, le hacía de gobernanta y le rendía una especie de culto respetuoso, de madre y de subalterna.

Cuántas hermanas solteras y/o viudas que han ejercido de sirvienta del hermano, por eso mismo, por la doble discriminación.

Conforme avanza la novela, asistimos a un sorteo de roles: Annuzza y él, verdugo y víctima, víctima y verdugo.

En nuestro particular Árbol de palabras han nacido frutos como: azar, ácida, vivencias normativas, resignación, crudeza, conformismo, discurso trágico, confidencia, realismo, extraordinaria prosa, sumisión, soledad trágica.


Isabel Rojas Hernández. 


Elvira Mancuso nació en Caltanissetta, Italia, en 1867 y falleció en 1958. Comenzó publicando en "revistas femeninas". Según figura en la Web de Periférica, "bajo el fascismo de Mussolinni se retiró silenciosamente y se dedicó por entero a la enseñanza.
Y poco más he podido encontrar de esta autora, ni tan siquiera alguna foto más que la aquí publicada.


Calidoscopio literario. Calidoscopio de emociones.

Escuchar. Aprender a ver. Encontrar una voz. Escribir. "Aprender graba en nosotros los recuerdos. En la niñez, el aprendizaje ...