-“¿Por qué tiene la serpiente cabeza de mujer?
-Porque la mujer (…) es el origen de todos los males del hombre".
(‘La herbolera’, de Toti Martínez de Lezea, p. 238).
Catalina de Goiena (Katalintxe) pertenece a una estirpe de herboleras –su abuela lo fue, al igual que su bisabuela-, mujeres que tenían un ‘don’, mujeres con una intuición especial que conocían las utilidades de las hierbas y remedios naturales para infinidad de dolencias y padecimientos. Mujeres que deseaban hacer un bien social pero que fueron apreciadas y temidas a la vez, por la credulidad general en una época de analfabetismo y supersticiones arraigadas. Catalina era también descendiente de creencias ancestrales, como la creencia en la diosa Mary, la Diosa Madre, que es la Naturaleza, al fin y al cabo.
La novela, que se
desarrolla en una zona rural del País Vasco, basada en una época real y en
hechos acaecidos en Durango durante la denominada ‘caza de brujas’ es, digamos,
una ‘excusa’ que utiliza la autora para desmitificar la brujería. En efecto, ‘La herbolera’ es una revisión de
la sinrazón de la ‘caza de brujas’, arrojando luz y motivaciones que no han
traspasado los anales de la historia -no lo suficiente al menos-; no así el falso mito de la ‘bruja’. Motivaciones
que se pueden englobar en una sola palabra, a saber: misoginia.
Ellas eran
brujas. Ellos, magos:
“- Astrólogos y
nigromantes ocupan puestos muy altos cerca de papas, reyes y nobles-dijo el
inquisidor-, incluso nuestro rey Fernando se hace decir el futuro de un alianza
o el resultado de una batalla – añadió en tono confidencial. ¿Sabéis que el
emperador Maximiliano, el abuelo del marido de la princesa Juana, recurre a los
consejos y adivinaciones de un mago llamado Tritenio?
-Tritenio es abad
y su piedad está sobradamente demostrada, está bendecido con el don para ver
más allá y conocer a los espíritus de grandes héroes que vivieron en tiempos
remotos; además –añadió por si quedaba alguna duda-, numerosos escritos suyos
denuncian a las sectas de hechiceros o brujos, especialmente si son mujeres,
que acarrean a la raza humana daños incalculables.
-Pero no deja de
ser un mago.
-Hay magos buenos
y magos malos” (1).
La mujer, siempre
en el punto de mira. Si eran parteras, porque pueden hacer “todo tipo de
sortilegios e invocaciones sin que nadie se dé cuenta” (2). Si eran herboleras, despertaban las
suspicacias del médico de turno. Sin embargo, la medicina era un oficio reservado exclusivamente a los físicos diplomados.El caso era controlar a las mujeres y
limitarlas, como lo demuestra el elevado número de mujeres acusadas de brujería
y/o herejía frente al bajo o casi nulo número de hombres. Por supuesto que, bajo todo este
manto falaz, estaba la mano de la Iglesia Católica, así como la Protestante; en
menor medida esta última, pero por cuestiones de poder, fundamentalmente.
Por otra parte,
la ‘caza de brujas’ era una caza selectiva, tal y como nos lo muestra la autora, por ejemplo, a través de uno de los personajes de la obra, Bartolomé Martínez de Unda,
escribano de Tabira de Durango: “No convenía en principio, determinó, acusar a
ningún pariente de los linajes importantes, así que centraría su atención en
mujeres pobres, prostitutas, gitanas, extranjeras o viudas que no contaran con
apoyo familiar” (3). No sólo la condición de ser mujer era motivo de
suspicacias sino que su posición social era un 'agravante'.
Las envidias
vecinales encontraban también su hueco y, así, muchas personas inocentes fueron
pasto de las llamas por esta otra vía, la delación.
En consecuencia,
en esta obra se abordan cuestiones como: el deseo de la iglesia católica de
erradicar las prácticas paganas que aún subsistían en ámbitos rurales, el miedo
como medio de ‘persuasión’ para los apoyos políticos, la rivalidad de los
médicos hacia las parteras y herboleras -porque hacían una ‘intromisión’ en su
campo de trabajo, una intromisión que era más bien una respuesta a la demanda
general de las mujeres que no deseaban ser ‘observadas’ por un médico, por un
lado, y por una necesidad nacida de la ineficacia de éstos, por el otro-, el
arraigo de las costumbres pero también de las supersticiones.
Catalina de
Goiena, herbolera y partera, representa, por tanto, a todas aquellas mujeres
que decidieron, a lo largo de la historia y por diferentes motivos, vivir en
los márgenes, en las orillas, y no dejarse arrastrar por los convencionalismos
de la época, por lo establecido, por ser parte de la masa homogénea.
Les invito, por tanto, a arribar a esta obra de Toti Martínez de Lezea y contribuir a desmitificar la gran mentira de la 'caza de brujas'.
A las Catalinas del
pasado, a las del presente, a todas ellas, a vosotras, mi más sincero homenaje
a través de esta canción de Cesaria Évora ('Tiempo y silencio'): http://www.youtube.com/watch?v=g6p2RHmrwNg&feature=fvsr
Isabel Rojas.
(2) Pág. 204
(3) Pág. 148
- Curiosidades.
A la autora le gusta recrear sus
obras en lugares reales. Así, encontramos:
Locación de "La herbolera". Valle de Atxondo.Vizcaya. |
Cuevas de Zugarramurdi. |
- Bibliografía que se mencionó en la tertulia, a raíz de esta lectura:
“Calibán y la bruja”; “El martillo de las brujas” (obra que coincide con
la imprenta de Gutenberg).
Y una obra de teatro: “Las brujas de Salem” (de Arthur Miller, escrita en 1953).
Y una obra de teatro: “Las brujas de Salem” (de Arthur Miller, escrita en 1953).
- Para saber más: