La mujer no nace... (II)

«En la vida psíquica (…) lo que existe concretamente no es el cuerpo, (…) sino el cuerpo vivido por el sujeto. La mujer es una hembra en la medida que se experimenta como tal. Hay hechos biológicos esenciales que no pertenecen a su situación vivida: así la estructura del óvulo no se refleja en la esa situación; por el contrario, un órgano sin mayor importancia biológica, como el clítoris, desempeña un papel de primer plano. La Naturaleza no define a la mujer; ésta se define a sí misma al retomar a la Naturaleza por su cuenta en su afectividad»

     Así comienza el capítulo sobre el psicoanálisis y las explicaciones que esta disciplina ofrece sobre la mujer. Frente a la importancia de la arquitectura corporal, el psicoanálisis centra su atención en la importancia del inconciente en la conducta humana y el desarrollo de las personas. Para Freud, el comportamiento humano está fuertemente orientado a la satisfacción de los deseos más primitivos, en especial los sexuales (libido). Estos deseos o pulsiones se descargan al conseguir su fin, pero no pueden ser satisfechos inmediatamente, sino que deben pasar por el filtro del Superyo (las normas éticas y morales recibidas de la Cultura). La madurez personal pasa por la interiorización de estas normas y la represión de los impulsos primitivos, y se adquiere asimilando el código sexual; no en vano el complejo de Edipo y el complejo de castración son las dos fórmulas que permiten la integración del Superyo. 

     De Beauvoir se muestra profundamente crítica con el psicoanálisis, sobre todo por la poca solidez de sus fundamentos teóricos. Sin embargo, el reproche fundamental que le hace, en lo que respecta al objeto de estudio del libro, es la perspectiva androcéntrica que impregna todo el discurso y que por tanto le impide considerarlo como válido. Todos los postulados del psicoanálisis colocan al hombre como marco de referencia y se desarrollan en torno a este eje. La libido se define como una fuerza esencialmente viril (“la libido, de manera constante y regular, es en esencia macho, ya aparezca en el hombre o en la mujer”); por eso el orgasmo también pertenece al terreno de los hombres, y las mujeres que lo alcanzan son definidas como viriloides. El pene, fuente del erotismo masculino, adquiere una importancia capital en la configuración del orden social, porque el complejo de castración es el que permite la incorporación del Superyo en la psique del niño, y cuando se convierta en adulto será su pene  quien le otorgue (¿?) la autoridad frente a su propia descendencia. El psicoanálisis acomoda a la niña en esta teoría con un doble salto mortal: asume que la niña se siente mutilada y cambia su fijación, aspirando a seducir a su padre a través de la compasión que pueda sentir por un ser inferior. Una mujer madura es la que ha llegado a su etapa vaginal y encuentra a su padre soberano en su pareja; la maternidad es su recompensa por la falta de pene. Si no acepta esta mutilación y consecuente inferioridad, se mantendrá en un estado de inmadurez o fijación infantil (frigidez, homosexualidad). 

     El psicoanálisis construye una teoría autoexplicativa de las relaciones sociales, utilizando la realidad observable al mismo tiempo como objeto de estudio y prueba de su hipótesis, de la que hace una lectura completamente sesgada. Su único material de trabajo son los patrones de conducta; una vez se detecta que determinados comportamientos se repiten, se procede a elaborar una teoría en la que se explique qué relación tienen estos comportamientos con la integración social de los individuos. El resultado final es un modelo social no cuestionado, sino definido y asumido como normal; todo lo que no lleve a la consecución de ese modelo es tratado como una desviación. Es decir, el psicoanálisis convierte a la estructura social que observa en norma, la justifica. Un ejemplo: según el psicoanálisis, la madurez de la mujer se alcanza sólo tras la aceptación de su inferioridad, la búsqueda de una figura autoritaria que sirva de referente (Superyo), y la maternidad. Esta hipótesis, en la práctica, legitima ese proyecto de vida y condena cualquier otro camino, que será tachado de “fijación infantil”. 


     Fuera de carta

     El feminismo y el psicoanálisis son dos corrientes bastante encontradas en cuanto a lo que parecen exigir a las mujeres: ¿me mantengo en el molde, o lo quiebro? ¿Soy femenina, o dejo de serlo? ¿Soy madre, o me niego? Bajo la pátina de lo superfluo, todavía queda el guisante bajo el cochón. Se trate de la imagen personal o el desarrollo profesional, la militancia feminista exigió muchos sacrificios a menudo no muy bien comprendidos e incluso contradictorios. “¿Hubieras llegado más lejos en tu vida de haber sido un hombre?”, preguntó Sartre a nuestra autora antes de embarcarse en este libro. Y nos preguntamos nosotras, ¿sigue siendo pertinente esa pregunta? ¿Ha cambiado la respuesta? Entonces, ¿sigue haciendo falta, a pesar de todo, la lucha feminista?

Calidoscopio literario. Calidoscopio de emociones.

Escuchar. Aprender a ver. Encontrar una voz. Escribir. "Aprender graba en nosotros los recuerdos. En la niñez, el aprendizaje ...